Mi padre y yo hemos compartido miles de comidas, pero había unas que eran especiales: las de los jueves. Todos los jueves íbamos a comer paella a su restaurante favorito y al lado había un loro real al que adoraba. Teníamos que saludarle cuando llegábamos y cuando nos íbamos porque era su momento de felicidad. Su cara cuando el loro le decía hola era la de un niño en Disney. Tuvo demencia los 3 últimos años y yo cuidé de él obsesivamente comprando todo tipo de aparatos para hacer su vida y la mía un poco más fácil y para que pudiera seguir viviendo en su casa. Cuando fue hospitalizado y le quedaba poco de vida, cosa que ninguno de los 2 sabíamos, una noche me pidió que le comprara un loro para que le hiciera compañía. Pasé toda la noche pensando en cómo podía cumplir su deseo.

Se me ocurrió la idea de crear un loro con inteligencia artificial y computación emocional. Este loro estaría equipado con una cámara y un termómetro y sería capaz de recordarle a mi padre cuando tomar sus medicamentos, controlar su temperatura, detectar caídas y realizar ejercicios cognitivos entre otras funciones, todo lo que durante los 3 últimos años con todos los artilugios del mercado no fui capaz de controlar.

Tras confirmar la viabilidad del proyecto con un laboratorio espectacular de ingeniería de Barcelona cree Onorato, ese es el nombre que mi padre le puso cuando le dije que “ya tenía SU loro”, una compañía de inteligencia artificial dedicada a la creación de este loro para distribuirlo a nivel internacional.

Aunque mi padre ya no está para disfrutar de Onorato, millones de personas en el mundo podrán beneficiarse de él. Él me dejó deberes, creé Onorato para conseguir que nuestros mayores puedan seguir viviendo en su casa hasta el final, seguros y felices.

Gracias Papá, va por ti, siempre va por ti